junio 14, 2007

El Fútbol y la Alegría

Mientras cantaba “Y dale alegría, alegría a mi corazón, es lo único que te pido al menos hoy”, con lluvia, viento y ramas que se volaban, me tomó por sorpresa el comentario de un amigo acerca del origen de dicha canción de Fito Paéz.
Sabes que esa canción es para Maradona. Qué, como es posible que tan bella y sencilla canción se haya escrito por la idiota razón de un gol, de un tipo que hacía millones de goles.
Reconozco mi profunda decepción.
Y luego, rabia y desazón ante el funesto descubrimiento porque no me contenté con la afirmación, sino que me metí al Google para ver si era verdad o solo una alucinación.
Sí, efectivamente la Alegría para Fito descansa en la promesa de un gol, en los 90 minutos que dura un peloteo de allá para acá.
Jamás he entendido esa pasión que puede provocar el fútbol y no sólo en los hombres (aunque mayoritariamente sí) sino también en las chicas que prefieren quedarse pegadas al CDF o darse una vuelta riesgosa al estadio que ir al mall.
A mi me carga el fútbol, pero no por el fútbol en sí. Lo que me parece detestable son sus efectos: el embobamiento que puede producir ver a unos tipos corriendo tras la pelota o el hecho de estar llorando porque pierden un gol, llorando porque pierden un partido, llorando porque el ídolo se jaló toda la coca y está al borde de una intoxicación.
¿Y así dicen que los hombres no lloran? ¡Por favor!
Y más aun, cómo eso te puede alegría, o sea momentánea sí, pero de ahí a que se te vayan las penas y el dolor, como dice Fito. No, eso definitivamente no me lo trago. Yo me acuerdo de la dicha enorme que tuvo mi viejo cuando el Colo ganó la Libertadores en el 91; fue tanta su alegría que nos llevó a todas sus mujeres (mamá-hermanas-yo) a la Plaza Italia porque tenemos que celebrar de Arica a Magallanes por Colo Colo ejemplo de valor. Tanto duró su alegría y la de todos los choferes de taxi o micro que tuvimos que volver a pie desde la Plaza Italia hasta Quinta Normal (y no es en el Parque, es mucho más lejos) y al otro día tuve que ir al colegio igual, con dolor de pies y sueño.
¡Qué alegría, no! Desde entonces he visto uno que otro partido de la Selección, pero no me da ni pena ni alegría. Ganen o pierdan, me da igual.
Ahora, cómo entiendo que para algunas personas esto sea una cosa trascendental que pueden llegar a matar al del bando contrario, como ese barrista de la Garra que se envalentonó cuchillo en mano con otro en un partido. ¿Eso es pasión?
Quizás tenga que leer los dos tomos de Cosas del Fútbol que escribió Francisco Mouat para ver si algo llego a comprender de lo que por ahí pasa o se vive (porque el fútbol se vive)
Aunque debo reconocer que tiene su comidillo bastante entretenido para ver por las mañanas: porque el fútbol ya no les compete únicamente a los periodistas deportivos, sino también a los de farándula. Ahora ya no nos contentamos con ver cuántos goles hacen, sino también con los goles que hacen en ‘otras canchas’. Y eso es deportivo por acá.
A mi me da prurito el fútbol, me da espanto cuando coinciden mi cuñado y mi novio algún domingo porque se vuelven unos verdaderos idiotas insoportables. Y qué me importa si expulsaron al no se quien, si la pierna está bien en la casa, si le puso los cuernos con el delantero, si está con tarjeta roja porque es gorreado, si se recuperaron al final del partido, que es lo más grande see, see…y dale, y dale…dale, dale, dale..(Con esa voz gutural, que no es la del chileno, obvio).
Basta por favor, basta de fútbol. Por favor!
Fito, en qué pensabas cuando escribiste esa canción para Diego. De verdad creíste que eso es la alegría, de verdad lo sentiste. Dale alegría a mi corazón y que no sea esa la razón.