noviembre 29, 2007

La mala sangre de Ulises

-¡No te hagas mala sangre!- le dijo Ulises cuando se marchó. Todo fue un juego inocente no más, así que no te hagas mala sangre.
Después de todo la culpa fue tuya al querer ir por lana y salir trasquilada, le dijo el héroe mirándola de reojo.

Impactada por la osadía de sus palabras, se quedó arrumbada frente a las colecciones especiales esperando a que mirara atrás y se retractara.
-No te hagas mala sangre- le dijo. Tomó su rumbo y ya no la miró.

Y se quedó sentada, sin lana para tejer, esperando a ver si es que por curiosidad volvía sobre sus pasos, volvía sobre lo dicho. Pero no.
Y mientras, la sangre se hacía mala sangre porque ya no iba a esperar otros veinte años. Porque ya no habían hilos que enredar y desenredar para matar el tiempo. Si ella no mataba el tiempo, el tiempo la mataba a ella. Cualquier día de estos terminaría con los hilos enredados en su cuello y ese no era un buen final para tan buen escritor.

El osado héroe caminó, caminó, caminó. Y cuando por fin decidió volver - para no hacerse mala sangre- la descubrió coqueteando con uno de los incontables pretendientes.
Y sin lana y sin hilos en las manos.

Ulises, enfurecido y herido en su orgullo de 'macho', se acercó a verificar la increíble escena.

No te hagas mala sangre- le dijo- esta vez la que se marcha soy yo. Quisiste ir por lana y volviste trasquilado.

Penélope tomó su bolsito marrón, se puso su vestido de domingo y se marchó.

noviembre 22, 2007

Un flaneur postmoderno

El sitio on line fotolog.com se ha convertido en una especie de espacio creador de identidad para un sinnúmero de personas. No me atrevo a decir que es sólo la juventud pokemona o pelolais es la que se ha adueñado de estos ‘espacios públicos’ del siglo XXI, sino personas mayores también dedican gran parte de su tiempo a esta actividad. Me parece también que como espacio público (como las plazas y los parques modernos) es casi completamente ‘democrático’ porque, tengas o no un PC conectado a Internet en tu casa, no puedes no tener tu lugar en el sitio y como es de uso gratuito, basta un corto registro para ser parte de él. Esta idea a mi me suena un gustito completamente egocéntrico porque en el noventa por ciento de los sitios, las fotos que aparecen son de rostros, manos, cinturas, ojos que miran al infinito perdido, cortes con flequillo destacados, etc. En síntesis, poses bien de revista VOGUE. Junto a ello, un lenguaje recargado a las x, z, a las síncopas y apocopes los que sirven para dar un sentido 'más expresivo' a la imagen.
Un sitio que hace un análisis del fenómeno fotolog revela que es un espacio de expresión de la juventud actual a través del cual buscan salir del anonimato. Yo pienso que es una obsesión por ser visto, por la política de la pose, por dejar de ser uno más de la cultura masa y ser, por un momento, un sujeto con nombre y apellido. O más bien, con foto y fotolog.
Pero aún quedamos muchos que no nos hemos subido a la ola del flog. Para mi, la palabra sigue teniendo poder y aunque mis post no superen el ‘1 comentario’, prefiero mantenerme en el verso y el párrafo que en el píxel y la palabra cargada a la x. Por eso no uso el flog, sino el blog. Junto con ello, socialmente (a comunidades on line me refiero) el blog tiene una carga mucho más intelectual que el fotolog, dado que el primero es palabra y reflexión y el segundo, solo imagen que muchas veces se queda vacía.
Pese a mi absoluta y casi religiosa negación de subir mi imagen a la red, curiosamente, me he descubierto una extraña obsesión con los fotolog’s que me ha transformado en una perversa voyeur. Ya no más paseante a lo Baudelaire moderno que recorría los cafés de París mirando los ojos de los pobres, ahora existe el voyeur postomoderno que se pasea por los triple doble w punto fotolog punto com.
De ahí, un salto a la intimidad de las personas.
Y me parece que esto es más entretenido que Protagonistas de la Fama porque acá todos son directores de su propio reality y uno, el espectador que tiene un número indeterminado de canales a los que se puede cambiar con un solo clik en el link.
Pero creo esto se pone cada vez peor. Cada vez que caigo en la tentación de escribir la dirección famosa, me paso varios minutos saltando de canal en canal, de señal en señal. Por ejemplo, esta noche perdí varias horas de estudio entrecortado por no poder dejar de leer y mirar las fotografías.
Me hice una cuenta (sin fotos ni identidad) para poder postear a mis primeras alumnas. Pero dejar un mensaje es lo que menos me interesa…me fascina mirar las fotos de las personas. Jamás posteo, yo solo leo. Me entero de las cosas que en la realidad externa van pasando y que se retocan con un poco de dirección o de Photoshop.
Por ello, me parece muy prudente plantear la existencia de un nuevo sujeto de la postmodernidad: un flaneur o paseante postmoderno, que se replegó al espacio privado de la cama, a la quietud del laptop y la señal inalámbrica. Este paseante no se sorprende con las luces de la modernidad, sino con los link de la postmodernidad. Es un paseante que tiene todo el día y toda la noche para recorrer ya no las calles de su cosmopolita ciudad e impactarse con las multitudes, sino para clickear cuanto espacio y sitio se le antoje o cuantas ventanas abiertas soporte la RAM de su notebook.
Lo triste de este nuevo paseante es que ya nada le sorprende, la multitud no existe más allá del laptop y el sujeto, por lo tanto, tampoco. Esto porque se tiene la percepción de que en la web SOMOS y de que afuera NO SOMOS NADA. Para los que buscan la fama por medio de la red, este es el único espacio en el que es posible ser alguien.
Así, se busca cualquier modo de recibir ya sean más post o ser el sitio más visitado o aparecer en las primeras entradas del google.
Frente a esto, el flaneur postmoderno corre el riesgo de perder sus cualidades intelectuales y simplemente convertirse en un alienado clickeador.

De Baudelaire, uno de los poemas más lindos de los Cuadros Parisienses
¡En todo caso lejos, ya tarde, tal vez nunca!
Que no sé a dónde huiste, ni sospechas mi ruta,
¡Tú a quien hubiese amado. Oh tú, que lo supiste!